No tiene que ser fácil para el hueso del melocotón; no puede ser fácil perder la preciosa fruta que lo cubre y lo protege y aparecer desnudo, con la dura madera al aire; descubrir que esa parte carnosa de piel aterciopelada; que esa parte colorida y dulce, el mejor de los regalos, no era más que un efímero reclamo. Una vez consumida y destruida la pulpa valorada y vistosa, aparece solo y feo el hueso pardo, rugoso y duro.
No puede ser fácil para el hueso, antes parte de un objeto valorado, verse arrojado al suelo entre basuras, despreciado, pisoteado y, finalmente, enterrado. Quizá entonces añore otros tiempos o envidie a aquel hueso que quedó olvidado en un bolsillo, o a aquel otro que un niño guardó en una lata como el mejor de los tesoros. Quizá entonces, entre lágrimas de rabia, se pregunte: “¿Por qué a mí?”
Enterrado y solo, el hueso sufre dolorosamente su descomposición: pierde sus defensas; se pudre y se quiebra su coraza de madera. Y es entonces cuando, en la oscuridad más absoluta y en la mayor de las soledades, destruido y débil, el hueso cree percibir tenuemente que una suave luz se despierta en su interior. Es entonces cuando, del centro mismo de sus miserias, surge la fuerza arrolladora de la vida.
Y es entonces cuando el hueso, ya semilla, se rinde sumiso ante la nueva fuerza que lo abre y lo desgarra; humildemente, se deja hacer; se entrega a la vida transformadora. Y tras esa primera rendición sin condiciones, surge el deseo incontenible de ser transformado; su grito se convierte en súplica, porque quiere y desea con todo su ser poder llegar hasta el final; ser transformado hasta las últimas consecuencias, porque sabe que ese será ya su único objetivo.
Y es entonces cuando reconoce que todo está ya escrito; que ese germen desgarrador que surge de su entraña contiene un hermoso árbol cargado de fruta dulce y carnosa; y sabe que aloja en su corazón la sabiduría infinita de todo el Universo, y que solo tiene que ofrecerse humilde y dócilmente a la transformación: a una metamorfosis que ya es inevitable.
Y es entonces cuando agradece en el alma no haber sido cuidado entre algodones o encerrado en una lata como el valioso tesoro de un niño.
Ulipia, las sincronicidades están ahora cada día en mi vida, con vosotros, este fin de semana, charlando con unos amigos, comentábamos que ahora es el tiempo de comer, nueces, avellanas, almendras y les decía que todos estos frutos en realidad son semillas, no es el fruto fresco de verano, en el que el hueso se tira y se come la hermosa pulpa que lo rodea, ahora es el tiempo de comer la semilla que no viene rodeada de un fruto jugoso, es tal vez, mas aspero, no nos hidrata, pero si nos enriquece , lo contiene todo, no son vistosos por fuera, pero si están cargados con todos los nutrientes que uno necesita en esta época de descenso de la luz, ahora no nos alimentamos con el exterior, si no, con el corazón mismo.
Esto dice mucho del desarrollo humano, de las primaveras, veranos, otoños e inviernos que vamos pasando cada uno, es una buena manera de comprender nuestros procesos de vida y amarnos en cualquiera de las estaciones en la que nos encontremos, pues todo son ciclos y así es como debemos actuar, contemplando cada cual en el ciclo que se encuentra y aceptando el fruto que toque, a veces hacia afuera y otras hacia el interior, Muchas Gracias, por hacerme reflexionar Pues esta fue nuestra conversación y ayer vas y pones la semilla de una manera tan magistral
Tiene gracia lo de las sincronías... aunque estando en el mismo otoño, no es raro que surjan las mismas ideas
Es verdad que cada momento tiene su interés, pero en algunos, los más oscuros, es difícil ver más allá. Solo lo entendemos cuando todo ha pasado, o cuando esa luz quiere por fin aparecer en nuestro interior... o cuando por fin queremos descubrirla, ¿quién sabe?
Tiene gracia lo de las sincronías... aunque estando en el mismo otoño, no es raro que surjan las mismas ideas
Es verdad que cada momento tiene su interés, pero en algunos, los más oscuros, es difícil ver más allá. Solo lo entendemos cuando todo ha pasado, o cuando esa luz quiere por fin aparecer en nuestro interior... o cuando por fin queremos descubrirla, ¿quién sabe?
Como bien dices no es raro que surjan las mismas ideas, pero que surjan como tan bien , bien dices , es una cosa y otra que nos percatemos de ellas , será ese rayito de luz que se filtra y eso es lo que me emociona tanto , sera que ahora somos capaces de percibir mejor el pensamiento único del todo que somos y tenemos mejor comunicación , como los pozos tal vez , despues de tanta oscuridad, niebla en la que se ha estado,esto es un nuevo comienzo, un abrazo grande, ¡¡guapa!!!
Tú lo sabes . Jamás me habían escrito algo tan lindo. Sabía que asomaría luego de la reflexión del disfraz de avena loca, pero no imaginaba siquiera que surgiese tan diáfano y motivador como lo necesitaba. Aprecio mucho tu gesto