Transcribo un par de citas, un poco largas, del capítulo que Renée Weber escribe en el libro "El paradigma holográfico" (Editorial Kairós).
Puede parecer un poco sesudo, sobre todo la primera cita, pero habla claramente de "romper huevos", desbloquear emociones, limpiarse y conectarse. De ese proceso de muerte por el que trabajo y que deseo cercana...ese tipo especial de muerte . La segunda cita me guste especialmente.
A lo mejor, igual que a mí, le sirve a alguien
“La desintegración atómica solo puede ocurrir en el presente y tiene que ocurrir siempre de nuevo. La analogía del átomo con el pensamiento, y con un supuesto pensador que autoriza el pensamiento, es crucial. El pensador es como el átomo, forma un conjunto sólido en el tiempo a través de la energía ligada. Cuando se suelta en un acelerador la energía ligada del átomo físico, la energía resultante, asombrosamente inmensa, se libera. De modo análogo se necesitan cantidades inmensas de energía sujeta para crear y sustentar al “pensador” y para mantener su ilusión de que es una entidad estable. Al estar ligada, esa energía no está disponible para otros fines, comprimida en el servicio de lo que Bohm llama “auto-engaño” (fenómeno descrito en detalle por Buda como ignorancia, avidya, literalmente “que en realidad no ve”). El pensamiento, o lo que Bohm denomina la mente tridimensional, al creerse equivocadamente autónomo e irreductible, exige y, por lo tanto, desperdicia cantidades inmensas de energía cósmica en esta ilusión. La energía así apropiada no puede fluir por otros surcos. La consecuencia es una energía cósmica malsana, que contamina el holomovimiento al menos en dos direcciones destructivas. En primer lugar, el holomovimiento se malentiende a sí mismo, elige la ficción por el hecho, y, por consiguiente, se autoesclaviza. En segundo lugar, el holomovimiento se autolacera al sustituir el yo aislado por la conciencia de la humanidad en una abstracción apoyada por la falacia, al esclavizar a otros a través de su cólera, avaricia, competitividad y ambición. El resultado de estos pasos en falso es un mundo de sufrimiento personal e interpersonal.
El primer paso en falso, la ilusión del ego, yo, yo personal o pensador, está íntimamente relacionado con el tiempo y con la muerte. Seamos claros. El pensador, no la conciencia, está sujeto a la muerte. La muerte, según estas ideas, es precisamente la desintegración psicológica del átomo descrita más arriba y no necesita ser sinónimo de la disolución del cuerpo físico (como han observado muchos informadores de la tradición esotérica). La muerte psicológica ocurre cuando la conciencia camina al unísono con el presente autorrenovado y en movimiento constante, que no deja que ninguna parte de sí mismo caiga presa o se fije como energía residual. Es la energía residual la que proporciona el marco de lo que será el pensador, el cual consta de experiencia indigesta, memoria, pautas de hábito, identificación, deseo, aversión, proyección y construcción de imagen. No se trata de un proceso meramente personal, sino de energía de eones de los procesos esclerotizados en el tiempo, y que se mantienen en el nivel personal y colectivo. La muerte del ego desmonta esta superestructura y la conduce al lugar que le corresponde en el fondo de nuestras vidas en vez de dominar y desordenar la superficie. Bohm sostiene que semejante movimiento entraña mayor, y no menor, adaptación biológica y salud, y no tiene por qué ser una amenaza para nosotros. Al contrario, así concebida, la “muerte” es realmente su negación, haciéndonos entrar en el presente atemporal que va más allá del alcance de la muerte”
…………………………………. “Bohm y Krishnamurti denominan “conocimiento” (awareness) a la desintegración atómica aplicable a la conciencia. Semejante proceso proporciona a la conciencia acceso a esa energía, llevándola a la certeza experimental, basada en la evidencia, de que la índole última del universo es una energía de amor. Los místicos lo han proclamado al unísono. Lo impresionante es que un físico contemporáneo encuentre interesante semejante teoría y su método. Claro que es verdad que los objetivos del místico coinciden en muchos aspectos con los del físico, por ejemplo, el contacto con lo que es único, definitivo. Pero no hay ninguna diferencia crítica. La desintegración del átomo es una experiencia dualista; el físico (sujeto) trabaja con un objeto que se considera situado fuera de él mismo. El cambio de objeto no lo cambia a él. Por contraste, la destrucción del pensador implica necesariamente al mismo operador o experimentador, puesto que es el objeto de prueba en cuestión, transformador y objeto de transformación a un tiempo. De ahí la resistencia, la dificultad y la gran rareza de un acontecimiento semejante.
Aunque raro, ocurre, y como hemos sugerido más arriba, Bohm relaciona su logro con la ética. La desintegración psicológica descontamina lo que innumerables agrupamientos yoicos ilusorios (análogos a los espasmos que producen el flujo en el todo) han contaminado con su sentido falso de separación y sus prioridades egoístas, traducidas en dolor universal. El desintegrador atómico psicológico coincide así con el santo, que ya no añade nada al dolor colectivo de la humanidad y que se convierte en canal para la energía ilimitada de la compasión. La conciencia se convierte en un conducto alineado con la energía del universo y la radia a la criatura y al mundo humano sin distorsionarla o desviarla para sus propios fines egocéntricos.”